Este larguísimo año y medio de pandemia no solo ha generado fallecimientos y pérdida de empleo, también ha provocado incertidumbre y miedo. El confinamiento y la convivencia ininterrumpida han causado demasiada soledad y una merma en la salud mental de los españoles y españolas, especialmente en las personas con menos recursos económicos. 

 

En este periodo, no solo se han agravado los trastornos previamente diagnosticados sino que además se han disparado los casos de depresión y ansiedad, o trastornos del sueño. España se ha situado entre los países de la Unión Europea que más ansiolíticos, sedantes e hipnóticos consume. La rama sanitaria que podía afrontar este problema ha permanecido siempre en un segundo plano, en un país con una falta de psicólogos evidente. Solo hay seis profesionales por cada 100.000 habitantes, cuando la media de los países de la OCDE es de 18 psicólogos por 100.000 habitantes. 

 

Los datos son abrumadores: han aumentado un 30 por ciento los casos de salud mental y un 400 por ciento los casos de internamiento de niños.

 

Cada día se registran en España diez suicidios y, por cada suicidio consumado, se estima que se realizan hasta 20 intentos. En las últimas semanas, además, se está detectando un aumento en los ingresos en urgencia de menores con ideación suicida. 

 

Pese a la magnitud de estas cifras y a su enorme transcendencia en términos de salud pública, nuestro país sigue sin contar con un Plan Nacional efectivo de Prevención del Suicidio. Faltan medidas, determinación y recursos para afrontar con responsabilidad esta debilidad social.

 

Estos no son los únicos problemas graves de salud pública a los que nos enfrentamos. La pandemia ha disparado los casos de anorexia y bulimia entre los menores de 18 años. Sin embargo, los trastornos de la conducta alimentaria son solo la punta del iceberg de los problemas con los que están lidiando los jóvenes españoles. 

 

Los juegos en internet son la adicción a la que más se están enganchando los adolescentes de hoy, sobre todo a las apuestas deportivas. Los menores no sospechan los peligros que encierran estas nuevas problemáticas y formas de relación entre ellos. Sin olvidar el bullying y el ciberacoso. Un 20 % de los niños va a sufrir acoso escolar a lo largo de su infancia. 

 

La salud mental sigue siendo el “patito feo” de la sanidad pública y España se enfrenta a un gran reto para lograr que su protección se equipare a la de la salud física. Es urgente atender a los grupos más vulnerables, que tienen menos recursos y más ayudas necesitan. La salud mental se debe abordar de una manera global, incluyendo la formación en las escuelas (de donde se ha “expulsado” de los centros educativos públicos a los psicólogos) y también en los servicios sociales.

 

El trabajo y el tratamiento de la salud mental no tiene resultados inmediatos, su eficacia y eficiencia es a largo plazo. Una muestra de ello es lo que ha sucedido en el Reino Unido donde el incremento de 5.000 psicoterapeutas ha tenido unas consecuencias positivas y ha demostrado su rentabilidad económica y social con menos consumos de psicofármacos, menos bajas laborales (la salud mental es la segunda causa de bajas laborales), menos incidencia y una menor visita a otros profesionales de la medicina, según datos de la London Business School.

 

Quizá esta rentabilidad económica puede convencer a los poderes públicos para que inviertan en uno de los principales retos para la salud en los próximos años. La depresión o la ansiedad nos puede afectar a cualquiera. No hay tiempo que perder.